viernes, 28 de noviembre de 2014

10 cosas que me enseñó el NaNoWriMo

Para quienes no sepan de qué se trata el NaNoWriMo (o National Novel Writing Month; en español: Mes Nacional de Escritura de una Novela), es un evento que transcurre todos los años entre el 1 y el 30 de noviembre, y cuyo objetivo es escribir una novela de, mínimo, 50.000 palabras durante ese mes. No cuentan las palabras que hayamos escrito antes del día 1, ni las que escribamos después del 30. La historia puede pertenecer a cualquier género literario, y no hay obligación de escribir cada día 1667 palabras (el mínimo que deberías hacer a diario para llegar a las 50.000 a fin de mes), siempre y cuando compensemos en algún momento la diferencia de palabras.
Cuenta con la ventaja de que, al tener que registrarse en la página oficial para ganar el reto (www.nanowrimo.org), uno puede compartir experiencias en los foros que tiene incorporados y recibir consejos de otro participante. Aunque, claro está, uno puede hacerlo fuera de la página también. Pero el chiste es, no sólo que a fin de mes tengamos una novela nueva escrita y lista para corregir, sino que quede registrado el logro que obtuvimos en ese mes.
En fin, en otra entrada les voy a contar más sobre el NaNoWriMo en sí. La finalidad de esta entrada es contarles qué me enseñó mi primera experiencia NaNoWriMo.
1: La falta de tiempo es sólo una excusa para no escribir.
Acá es cuando van a salir a decirme: sí, pero tengo que trabajar, estudiar, atender a los chicos, cocinar, cuidar mi granja de gremlins mafiosos... Sí, sí, sí. Pero al final del día, será sólo una excusa para no escribir. Yo también, hasta el mes pasado, creía que no tenía tiempo para hacerlo. También creía que tenía que dejar hechas muchas cosas antes de irme a dormir, y que me iban a consumir el tiempo que tuviese para escribir. Pero nada más lejos de la realidad.

Ya sea que escribamos 100 palabras o 10.000, la cuestión es que lo hagamos. No importa cuánto. No importa en qué momento del día. Incluso si tenemos media hora libre nada más, les aseguro que en esos 30 minutos se puede hacer mucho. Este mes descubrí que en 20 minutos puedo llegar a hacer hasta 1200 palabras, así que en media hora podría hacer 1800. No es poco. La clave está en centrarse en escribir, en no prestar atención a nada de lo que sucede alrededor durante el tiempo que tengamos libre para escribir (a menos que sea algo grave, pero convengamos en que no siempre sucede algo grave).
No importa si son 10 minutos o 10 horas, ni si salen 100 o 10.000 palabras. La cuestión es ESCRIBIR.
2: Lo que estamos escribiendo es un primer borrador, y no tiene por qué ser perfecto.
Si tenemos todo el día libre, podemos permitirnos el lujo de pensar en profundidad cada palabra que vamos a escribir, de modo que la escena resultante tenga pocos errores, y por consecuencia, haya la corrección deba ser menos intensa. Pero si nos toca un día libre completo, antes que no escribir nada es mejor escribir palabras rápidas, oraciones que apenas pensemos. Y ahora me dirán: sí, pero lo que va a quedar va ser una porquería. No, no necesariamente. Si tenemos la idea antes de sentarnos a escribir, no va a ser una porquería, aunque sí será probable que a la hora de corregir tengamos que trabajar más sobre esa escena. Sin embargo, esto no es negativo como pensamos en un principio. Es parte del proceso de escritura, y no te hace ni mejor ni peor escritor que aquel que piensa cada palabra en profundidad cada vez que se pone a escribir.
Hay que recordar que el primer borrador JAMÁS es el libro definitivo. Ni los clásicos más geniales de todos los tiempos fueron perfectos desde el primer momento. Y aunque pensemos en detalle cada palabra antes de escribirla, eso no va a salvarnos de tener que corregir.
3: Los bloqueos no son excusas para no escribir.
Créanme en este punto más que en ningún otro: vengo de un bloqueo que me duró más de un año, y no fue por falta de ideas. Fue el tipo de bloqueo que te impide escribir aunque tengas muchas. Pero, ¿saben qué? El bloqueo en realidad está en nuestra mente, y se genera, en muchas ocasiones, ante el pensamiento casi inconsciente de que podemos fallar, de que lo que estamos haciendo no vale la pena y que no somos lo suficientemente buenos como para escribir una historia.
No, nada de eso es cierto. Si tenemos una historia que contar y queremos hacerlo, tenemos todo el derecho de escribirla. Sin importar si de eso sale una genialidad o una porquería. ¿La mayor parte de las veces? Nosotros subestimamos lo que hacemos, y de ahí surge el bloqueo. Lo mejor es ver el texto que producimos con ojo crítico, pero no obsesivo, y pensar que después vendrán las correcciones que lo mejorarán.
4: Si nos lo proponemos, podemos ser constantes en la escritura.
Esto está muy relacionado con el punto 1. Van a decirme que no siempre tienen tiempo para escribir, así que no pueden ser constantes. Pero como dije antes: no importa si escribimos 100 o 10.000 palabras por día. Lo que importa es ESCRIBIR. Aunque sea poco. No tiene que ser de domingo a domingo, aunque sí deberíamos escribir, como mínimo, cuatro días a la semana. Si es más, mejor. Si es todos los días y eso nos funciona, mejor aún.
 
Es válido también escribir sólo cuando se nos vienen las ideas a la mente, pero a la larga creo que es traicionero. Yo hacía eso, y en cuanto dejé de estar inspirada, o de recibir esa inspiración cada cierta cantidad de tiempo, abandoné el proyecto en el que estaba trabajando en ese entonces. ¿El resultado? 4 novelas por la mitad, o menos.
La ventaja que nos da ser constantes es que, al tener un objetivo casi diario, avanzamos con la novela más rápido, y eso nos motiva a seguir adelante aunque la inspiración no esté presente.
5: No siempre es efectivo alejarnos de las distracciones.
Es muy común apagar internet o irnos a un sitio en donde las distracciones sean mínimas a la hora de escribir. Pero si por alguna razón no podemos hacer ninguna de las dos, la opción no es acabar por no escribir y esperar un momento más “oportuno”. En este mes me di cuenta de que usar la técnica de la recompensa funciona bastante bien si uno adquiere disciplina. Hay que establecer ciertos retos, como: "si escribo 1000 palabras, puedo navegar cinco minutos en internet", o "no vuelvo a prender la televisión hasta que tenga lista esta escena". Puede sonar estúpido, pero da resultado.
La clave es tener disciplina. Y aunque suene más estúpido todavía, si no la tenemos se puede adquirir a través de la constancia en la escritura. Porque al final todo se centra en eso: si escribimos todos los días, al final se convierte en un hábito (y ya dije antes, que para crear un hábito se necesitan 21 días; si no me creen, miren esta página dedicada a la escritura: http://www.comoescribirunlibro.com/por-que-deberias-escribir-todos-los-dias/). Una vez que es un hábito, resulta mucho más sencillo sentarnos a escribir.
El problema que tiene prohibirnos las distracciones es que más vamos a anhelarlas, y el resultado será que no podremos concentrarnos. Eso, al final, nos conducirá a una sola cosa: las mismas distracciones que estamos tratando de evitar.
No olvidemos que el cerebro es como una computadora, y si la sobrecalentamos, si no le damos un descanso, funciona mal.
6: Escribir una novela no es tan complicado como parece.
Si tenemos las ideas, se supone que debería ser sencillo. Pero si improvisamos, como hice yo a lo largo de este mes, no tendría que resultar muchísimo más complicado. Después de todo, cuando planificamos la historia, aunque nos lleve meses hacerlo, de un modo u otro estamos improvisando.
¿Falta de ideas? No creo que un escritor se quede sin ideas. El escritor es creativo por naturaleza, como todo artista. ¿Por qué, entonces, nos "quedamos sin ideas"? Por lo mismo que en el punto 3: por el temor a fallar. Quizás, en el inconsciente, tengamos cientos de miles de ideas que, de dejar de lado este temor, saldrían a la luz apenas ponemos los dedos en el teclado.
¿Musa inspiradora? No creo en las musas. Creo en la creatividad, que es otra cosa. Si uno es creativo, tiene que creer en la creatividad que posee, y confiar en ella a la hora de escribir. No es ser soberbio ni creído. Es aceptar una realidad de nosotros mismos que, le pese a quien le pese, está allí. La inspiración llega sólo si confiamos en nuestra creatividad. Pero incluso cuando eso suceda, acabaremos por darnos cuenta de que la inspiración está sobrevalorada, y que no es más que la creatividad misma en la que confiamos.
7: Cuando escribimos, tenemos que escribir para nosotros mismos.
Nunca entendí esta frase hasta que empecé con el NaNoWriMo. Creía que se refería solamente a que tenemos que escribir las acciones que queremos que sucedan a lo largo del libro, que no debemos dejar que el lector influya en nuestro pensamiento. Que no hay que pensar en qué quiere el lector, sino en lo que es mejor para la historia.
Pero también deberíamos incluir otros aspectos, como lo que opinaría el mercado editorial, los editores mismos, lo que está de moda, etc.
NO.
Cuando escribimos, no tenemos que pensar en nada de esto. Porque de lo contrario, ¿qué historia estamos contando? ¿La historia que nosotros queremos, o una historia basada sólo en la idea de la comerciabilidad? Pero hay que tener en cuenta que cando una novela está escrita sólo desde lo comercial, se nota. Y mucho.
Cuando escribimos, tenemos que dejar de lado TODO: las editoriales, los editores, los lectores, lo que puedan pensar los demás, la moda, incluso los consejos que nos hayan dado para escribir. ¿Por qué? Porque sólo así podemos ser auténticos, y podremos escribir sin sufrir el famoso "bloqueo de escritor" (que como dije antes, no creo en él; en este caso también es un miedo a fallar, a no poder cumplir con las expectativas que los DEMÁS tienen para nosotros, cuando sólo deberíamos cumplir con las NUESTRAS).
Recordemos que luego tendremos tiempo de corregir, y es mejor hacerlo con un texto honesto antes que con un texto plástico. Recién entonces aplicaremos sólo aquello que nos aconsejaron y que consideramos que se adapta a nosotros.
Como digo siempre: todo consejo que no se adapte a nosotros, que no consideremos que funcione en nuestra escritura, hay que dejarlo a un lado. Aunque venga de un Premio Nobel.
8: Ponerse metas ayuda a avanzar.
Aunque suena loco levantarse un día y decir “voy a escribir este proyecto en 30 días, y para eso voy a escribir no menos de 2.000 palabras diarias” (o 3.000, o 4.000, o el número que quieran), tener un mínimo ayuda mucho a avanzar.
Si nos proponemos no irnos a dormir sin antes haber escrito el mínimo diario, a medida que pasen los días nos será mucho más sencillo alcanzar ese número, y llegará un momento en el que nos sorprenderemos al ver lo fácil que empezó a resultarnos la escritura. Y sobre todo, al ver un avance constante en el contador de palabras, podremos comprobar con satisfacción que el proyecto crece en lugar de quedarse estancado. Esto es parte de la constancia, y está relacionado con los puntos 1 y 4.
En 30 días podemos escribir una novela de 100.000 palabras si queremos, o de 200.000, o incluso de 300.000. Es cuestión de proponérnoslo, y sobre todo, de querer lograrlo. Habrá quienes digan que es una locura, pero creo que más locura es querer escribir algo y no hacerlo. No tiene lógica.
9: Cuando vemos que estamos cumpliendo con nuestro cometido, empezamos a entusiasmarnos cada vez más con lo que hacemos.
Al empezar el NaNoWriMo, no creía que fuera a durar. Pensaba que llegaría sólo a las 15.000 palabras, o como mucho, a las 25 páginas. Apenas es el día 28, pero ya llegué a las 90.000 palabras y a las 277 páginas. ¿El secreto? Todo lo que dije antes, pero sobre todo, la constancia. Esto nos lleva no sólo a terminar una historia, sino a entusiasmarnos por acabar proyectos que dejamos abandonados a medio camino, e incluso a comenzar y terminar otros.
Ni siquiera dejé lista esta historia todavía, y ya estoy pensando en su secuela. Saber que puedo terminar algo en un tiempo descabelladamente corto hace que me sienta motivada a seguir con el proyecto en el que estoy trabajando, o a empezar uno nuevo. Lo importante es mantenernos motivados. Como sea, pero jamás perder la motivación. Porque esa motivación, es el motor de la constancia.
10: Es muy importante confiar en nosotros mismos.
Cuando escribamos, habrá muchas personas que querrán apoyarnos, pero también muchas que se dedicarán a desalentarnos. Aunque vean que avanzamos, tratarán de desmerecer nuestros logros, de hacernos creer que no lo terminaremos, o que estamos perdiendo el tiempo, que nos falta mucho para mejorar antes de ser mínimamente buenos. También habrá quienes nos subestimen como escritores, seamos publicados o no. No importa cuánto lo intentemos, para muchos siempre seremos novatos que no saben cómo escribir.
Pero al final, cuando terminemos la historia, esas mismas personas vendrán a felicitarnos junto con quienes hayan creído en nosotros desde el principio. O tal vez no lo hagan, porque la envidia los estará corroyendo.
Lo importante es que a esas personas que trataron de ponernos obstáculos en el camino las ignoremos. Sólo debemos quedarnos con quienes nos hacen bien, y no envidian lo que hacemos, sino que están dispuestos a aprender de nosotros, y a su vez, enseñarnos algo que nosotros no sabemos.
¿La gente que critica? Créanme: lo hacen por envidia. Quizá porque no creen en sí mismos, en que pueden lograr lo mismo que nosotros logramos, y tratan de desmerecer a los demás para sentirse mejores consigo mismos, en un vano intento por creer que al criticar a los demás ellos se convierten en eruditos. Por desgracia, hay muchos de esos.
Pero esta vez los ignoré. Esta vez, no dejé que el hecho de que me subestimaran me afectara. Porque después de todo, a pesar del “bloqueo” que tuve, llegué a la última parte del NaNoWriMo, y la historia que estoy escribiendo está a punto de concluir. Esa es la única prueba que necesito para saber que logré mi cometido.
¿El resto? Que hablen. Habrá muchas personas que nos envidiarán, ya sea que seamos nuevos o no, buenos o malos en lo que hacemos, o publicados o no. Y la mayoría de las veces no entenderemos por qué lo hacen. ¿Pero saben cuál es la razón? Quienes envidian lo hacen porque quieren lo que el otro tiene, lo que el otro logró, porque no confían en que ellos pueden lograrlo también. O porque eso era lo que ellos querían, pero no lo consiguieron por falta de confianza.
La clave, en todo lo que hagan, está principalmente en la confianza que se tengan. No hay que ir de soberbio por la vida, pero tampoco hay que subestimarnos.
¿Creen que pueden escribir algo? Vayan, y demuéstrenle al mundo que pueden hacer eso, y mucho más ;-)

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Bloqueo o miedo?

Cuando empecé a escribir historias no creía en los bloqueos. Para mí, escribir era algo tan natural como respirar; tan sencillo como inhalar y exhalar. No creía que alguien que consideraba la escritura como una extensión de su propio cuerpo pudiera, alguna vez, sentirla distante o imposible. Tampoco creía poder sentir algún miedo con respecto a ella, porque confiaba en mí, en que podía escribir lo que veía en mi mente.
Al escribir, todos tenemos miedo en algún momento. Miedo de que la historia no sea lo suficientemente buena, miedo de que los lectores no se enganchen con ella, miedo de que tal o cual situación resulte ridícula, en fin... Los miedos pueden ser infinitos en cuanto a lo que la historia se refiere. El problema conmigo era que no tenía ninguno. Confiaba en la historia tanto como confío en que cada mañana el sol va a salir por el este; confiaba en que, aunque hubiese nubes en el cielo, el sol iba a seguir estando allí, tras ellas, manteniendo con vida un día que tenía sus horas contadas. Y aunque llegara la noche, sabía que era cuestión de horas para que el sol volviera a aparecer. Eso era lo que creía: si había algo mal con la historia, por muy oscuro que estuviese, o por muchas nubes que taparan el sol, éste iba a volver a aparecer y me haría ver las cosas con claridad. Nada que estuviese mal con la historia podía ser eterno. 
Todavía lo creo.
Pero hay veces que las nubes se transforman en tormentas. Y hay tormentas que se transforman en huracanes.
Podría decir que el último año ha sido un huracán para mi escritura.
Lo que una vez fue un día soleado para mí, se convirtió en una tormenta tropical que puso mi mundo patas para arriba. Lo convirtió en algo a lo que me cuesta adaptarme, incluso superarlo. Ahora, cada vez que escribo tengo dudas abismales, pero no de aquellas que se pueden solucionar cambiando una escena. Cuando escribo, ahora me hago las mismas preguntas, una y otra vez: ¿y si esta frase es demasiado sencilla?; ¿y si es demasiado complicada?; ¿y si es demasiado mundana?; ¿y si no está a la altura de lo que el arte literario se supone que es?; ¿y si me dicen que mi estilo es demasiado simple?; ¿y si me dicen que es demasiado complejo?... Y así, podría seguir con miles de "¿y sí...?". Después de todo, ¿no es nuestro sueño que nos publiquen un libro? Para lograr eso, tenemos que ser realmente buenos, ¿no?
Es ahí, en esa pregunta, cuando mi cabeza hizo un clic hace un mes: ¿es necesario ser bueno para que te publiquen?
¿Qué es ser bueno en la literatura?
Cada lector tiene un estilo de escritura preferido, el cual varía de persona a persona. Lo que para mí es genial, quizás para otro es un jeroglífico que no puede descifrar y que lo aburre a más no poder. Y lo que para mí es demasiado simple, tal vez sea poesía para el que tengo al lado. ¿Cuántas veces nos ha pasado que leemos un libro que es aclamado internacionalmente, que es un súper best-seller, y a nosotros no nos parece gran cosa o no nos gusta? ¿Y cuántas veces nos pasó el caso contrario, que leemos un libro al que nadie le presta atención, o a nadie le gusta, y se convierte en uno de nuestros libros favoritos?
Esto pasa porque cada cabeza es un mundo; cada mente interpreta las cosas de distinta forma; cada persona tiene gustos diferentes a los del otro. Y es por eso que después de darle muchas vueltas al asunto, llegué a una conclusión a la que me hubiese gustado llegar hace tres años: no hay estilos de escritura buenos o malos. Hay distintas formas de ver el mundo de las letras y distintas formas de interpretarlo, pero de ningún modo podemos calificar de malo o bueno lo que plasma en palabras un escritor. De nuestro gusto o no, sí.
Entonces, repito, ¿qué es ser bueno en la escritura?
Para mí hay un solo requisito, y es seguir las reglas del idioma. Todo lo demás no importa, porque la escritura no tiene reglas, más allá de las lingüísticas, por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario. Hay quienes tienen estilos simples, y hay quienes tienen estilos complejos, y también los hay de estilos que oscilan entremedio de ambos. Hay escritores que describen, hay otros que dejan las cosas a la imaginación del lector. Hay escritores que aman escribir libros largos, así como hay otros que prefieren los cortos. Hay escritores que odian el género terrorífico, y hay otros que odian el fantástico. Por poner algunos ejemplos, pero esto pueden aplicarlo a cada aspecto que se les ocurra.
¿Qué está mal de todo esto que mencioné?
Nada. Porque visiones del mundo hay tantas como personas que lo habitan. Si no se está dañando a nadie, ¿entonces por qué tener miedo de lo que uno hace? ¿Por qué sentir tantas dudas en lugar de aceptarnos tal y como somos, con nuestras habilidades y limitaciones, con nuestras virtudes y defectos? Nadie puede escribir un libro que guste a todo el mundo. Si ni siquiera la Biblia es capaz de eso, ¿por qué buscamos gustar a todos si sabemos que nunca vamos a poder hacerlo? ¿Por qué sentimos esa necesidad de ser buenos, de no tener defectos en la escritura, de saber que somos escritores nóveles pero aun así tratar de parecer mucho más expertos de lo que es necesario para nuestro estatus?
A mi modo de ver, es porque así es como te plantean el mundo literario. Te dicen que hay que ser bueno para entrar en él, pero nunca te dicen qué es ser bueno exactamente. Un día uno piensa que lo que escribió no es publicable, pero al otro día sale un libro a la venta con errores garrafales de ortografía, o de gramática o de sintaxis. Uno cree que lo que escribe no es original, pero al mes siguiente sale a la venta un libro que parece una copia de otros tantos, y sin embargo tiene éxito. Ahora es cuando me dirán "sí, pero si miras las opiniones de los críticos, te vas a dar cuenta de que no es bueno". La opinión de los críticos me importa muy poco. Hay películas que son alabadas, que ganan un Oscar, y cuando las vemos pensamos que no es para tanto, que es otra película del montón. Hay autores que ganan un premio Nobel, y quizás nunca oímos hablar de ellos, o sus libros no nos parecieron la gran cosa. Hay comidas cuyo precio es casi astronómico por lo lujosas que son, y cuando uno lo analiza termina pensando "¿qué tiene esto de lujoso? Son las huevas de un pescado", como es el caso del caviar. Y a pesar de eso, hay gente que dice que no hay mayor manjar, cuando otros se conforman con menos, tal vez con un guiso o una simple manzana.
Todo es relativo, y eso hay que tenerlo en cuenta para no caer en un bloqueo que nos impida escribir. Por desgracia, me di cuenta de esto después de estar bloqueada durante un año, tal vez más. Me dejé llevar por opiniones que, aunque eran tan válidas como las de cualquiera, no debería haber tenido tan en cuenta. Más adelante les voy a contar por qué me pasó esto exactamente, para que si les llega a pasar en algún momento, estén advertidos y puedan correr antes de que los atrape en una vorágine que les dé vuelta su confianza en su escritura. Esto que me pasó, y que seguro les pasa a otras personas también, no es un simple bloqueo de escritor. Es un bloqueo producido por el miedo; por el miedo a no ser bueno, por el miedo a no gustar, por el miedo que produce creer que no vemos las cosas tal y como son, y que por eso estemos haciendo las cosas mal. Es un miedo a no estar a la altura, a fracasar, a creer que estamos perdiendo el tiempo.
No es un simple bloqueo ni un simple miedo. Es ambos. Y eso es peor que sufrir un bloqueo de escritor común.
Si les está pasando esto, e incluso si no les está pasando, mi consejo es este, más allá de que cada cabeza sea un mundo: si les gusta escribir, escriban. Escriban sin importar qué es lo que opina el otro. Escriban sin pensar en si es original o no. Escriban sin pensar en los clásicos de la literatura, sin pensar en que no van a ser tan buenos como ellos. Escriban sin pensar en reglas, porque la escritura no tiene reglas más allá de las lingüísticas. Escriban sin miedo al fracaso, porque sólo fracasa el que no hace nada. Escriban, y escriban, y sigan escribiendo mientras el mundo gira a su alrededor. Pero no le presten atención hasta que sientan que lo que escribieron es lo que quieren que sea, hasta que sientan que así es como quieren contar la historia. Si está bien o mal, va a ser relativo. Tal vez le den el manuscrito a alguien que termine por odiarlo, y luego caiga en manos de alguien que lo ame. No digo que no lo corrijan o traten de mejorarlo, sino todo lo contrario: siempre hay algo que se puede mejorar, sin llegar a la obsesión.
Pero manténganse fieles a ustedes mismos, porque no hay nada que traiga más probabilidades de sufrir un bloqueo por miedo que intentar escribir como alguien más, como alguien que no somos. Puede haber muchas opiniones, pero sólo nosotros podemos sentir si lo que estamos haciendo está bien o mal.

jueves, 6 de febrero de 2014

Corrección

Esta es la parte más importante de la escritura, porque es en la que nos aseguramos de que todo concuerde, de que la narrativa sea la correcta, y de que no haya errores gramaticales, ortográficos y/o sintácticos. Pero también es, probablemente, la más difícil y tediosa del proceso de escritura.
El problema es que es fundamental, y no podemos saltarnos esta parte si queremos llegar a publicar. El 90% del éxito depende de esta etapa, porque ningún editor aceptaría publicar una historia incoherente y con errores garrafales. Es un trabajo largo y difícil, pero sin duda vale la pena.
Por más que esto suene tonto de mencionar, para empezar a corregir lo mejor es haber terminado de escribir el libro por completo. Antes, cuando escribí mi primer y mi segundo libro, solía corregir cada capítulo a medida que los iba terminando. La desventaja de hacer esto es que podemos perder el hilo, o peor aún: dilatar demasiado la escritura, arriesgándonos a "aburrirnos" de la historia, sobre todo si es un libro muy largo. Es algo que hay que tener en cuenta.
Pero como siempre digo: esto es a elección del escritor. Sólo uno sabe qué nos funciona y qué no.

Mientras escribimos el libro:

Cuando escribimos el libro, lo mejor es centrarnos en escribir y no prestarle atención a cómo lo escribimos. No tiene que importarnos cuántas palabras repitamos, cuántas descripciones o no hagamos, cuánto diálogo usemos ni cuán extenso es un capítulo. Sólo debemos concentrarnos en escribir lo que será el primer borrador del libro. En este punto, sólo nos importa eso: el primer borrador. No podemos corregir si antes no tenemos algo sobre lo que trabajar.
Hay quienes piensan que un buen libro se escribe de una sola vez, pero la realidad es que difícilmente alguien pueda escribir algo perfecto en esta etapa. No tenemos que agobiarnos con esto. No va a quedarnos perfecto ahora, prestemos la atención que prestemos. Esta etapa es para equivocarnos y aprender.

Reposo:

Una vez que hemos terminado de escribir el primer borrador, debemos dejarlo reposar un tiempo antes de ponernos a corregirlo. Lo mejor es distanciarnos de la historia para que cuando la empecemos a corregir lo hagamos desde otro ángulo, con la mente en frío. Si empezamos en cuanto terminamos, probablemente pasemos muchas cosas por alto como producto de la emoción y el entusiasmo.
Por su parte, el tiempo de reposo varía. Hay quienes sugieren un mes y medio como mínimo, otros tres meses, y otros van a decirnos que con una semana basta. Esto es decisión de cada uno. Cuando sintamos que ya tenemos la mente fría, cuando empecemos a pensar en la historia desde otro ángulo, ahí es cuando debemos comenzar con la corrección. Depende de cada uno. Puede tardar una semana, como puede tardar un año en suceder. Tampoco hay que angustiarnos con esto.
Y si mientras esperamos para corregir se nos ocurren cambios para hacer, nos convendrá ir anotándolos en algún lado para tenerlo en cuenta en cuanto nos pongamos manos a la obra con la corrección. Es probable que esto nos suceda, así que siempre hay que tener un anotador a mano.
A las historias hay que dejarlas madurar antes de empezar a corregirlas, son como los quesos (sí, suena bobo, pero es así).

Formato:

Una vez que pasa el tiempo de reposo, lo que yo hago es abrir el archivo (si lo escribí en la computadora; sino conviene transcribirlo para corregirlo) y fijarme en los datos de la barra de estado (la de abajo en Word, donde sale el número de páginas, de palabras, etc.). Anoto en una hoja la cantidad de palabras para tenerlo en cuenta, igual que el de líneas y párrafos, y maqueto el libro de modo que me quede cómodo para corregir.
Este es el formato que suelo darle, pero depende de cada uno:

  • Hoja A4.
  • Márgenes superior e izquierdo de 2,5 cm, derecho e inferior 1,5.
  • Interlineado mútiple de 1,5 puntos como mínimo, sin espacio agregado entre párrafo y párrafo (el mismo que se emplea para enviar manuscritos; de este modo es más fácil no pasar errores por alto). Quitar ese espacio nos sirve para no confundirnos con cambios de escena inexistentes.
  • Tipografía Garamond tamaño 12 (pueden usar la que quieran siempre que sea bien legible).

Aparte de esto, suelo cambiarle el color a la letra por uno de los tres grises más oscuros que ofrece Word, así el contraste entre el fondo y la letra no es tan grande y la vista se cansa menos. Esto también es útil si queremos imprimir el manuscrito para corregirlo, ya que gastamos menos tinta y la vista tampoco se cansará tanto. Sin embargo, mi consejo es que no usen los grises más claros en la letra, porque entonces conseguimos el efecto contrario. Si lo desean, en lugar de cambiar al color de la tipografía pueden cambiar el de la hoja por un gris clarito, para que no tengan el contraste que ofrece el blanco.
El tema del formato puede parecer una tontería, pero nos ahorra bastante tiempo porque la corrección que hagamos será más prolija. No por nada los editores piden un formato similar para los manuscritos.

Corrección:

Antes que nada, hay que tener en cuenta que para corregir debemos ser constantes. No podemos pasar mucho tiempo inactivos entre la corrección de un capítulo y el otro, porque sino perdemos el hilo. Cuando decidamos corregir, tenemos que hacernos un lugar en el horario, todos los días, para corregir al menos un capítulo. Si no hacemos esto, corremos el riesgo de perdernos en la corrección y que el resultado sea pobre.
Si bien no le daremos una sola corrección al libro, lo mejor es no perder el tiempo (y esto se los digo por experiencia propia: hay que corregir todos los días, al igual que escribir, porque sino perdemos el ritmo).

La corrección la vamos a dividir en dos correcciones.

Primera:

Esta la vamos a dedicar a encontrar contradicciones, repeticiones y errores de lógica (por ejemplo, cosas que dudemos que puedan suceder en la vida real, incluso en un libro de fantasía. Nunca podemos decir que un lápiz "se cayó para arriba", a menos que aclaremos que algún mago lo hizo levitar o algo parecido. Hay que tener en cuenta estos errores, que aunque pequeños, pueden hacer que no nos tomen en serio al leerlos). Además, vamos a recortar todo aquello que consideremos excedente: algunos diálogos, pasajes, descripciones, etc. Tengamos en cuenta que, si bien la idea es pulir el libro, esto no quiere decir que debamos sacarle la pintura que lo recubre. La idea es brillarlo, no mutilarlo.
Si consideran que tiene demasiadas palabras, saquen sólo las que resulten excedentes. Nunca aquellas que expliquen cosas necesarias. Esto sólo lo puede decidir el autor, que es el que sabe qué es importante y qué no.
Por más que alguien les sugiera quitar algo, no decidan hacerlo hasta haber analizado si es prudente o no.
No se olviden de fijarse en los detalles pequeños, como las fechas que hay dentro de la historia. Asegúrense de que los tiempos estén correctos. Esto es algo que los escritores suelen saltarse.

Segunda:

Esta la realizaremos después de dejar reposar el libro de nuevo; esta vez pueden esperar menos que la anterior.
La idea de esta corrección es pulir la sintaxis, la ortografía y la gramática, pero no debemos restarle intensidad por ello, ni confiarnos del corrector que viene incorporado al procesador de textos. Debemos hacerlo nosotros mismos.
Hay que prestar especial atención a los errores de tipeo. ¿Nunca les pasó que quisieron escribir una palabra pero en su lugar tipearon una muy parecida y no se dieron cuenta?
A mí me pasó algo bastante incómodo con esto. Le había dado el libro a mi mamá para que lo leyera y me marcara los errores que encontrara, y se topó con uno que, de haberlo leído un editor, podría haberme hecho quedar bastante mal, teniendo en cuenta que era un libro juvenil. Decía más o menos así:

"El hombre fue hasta su escritorio y contempló los papeles mojados, frustrado por todo el esfuerzo que había puesto en ese trabajo. Verlo allí, destrozado por el agua, hizo que se le formara un nudo en la garganta. La tinta se había expandido por la humedad, y la letra era totalmente ilegible. Sólo se había salvado un pequeño montón, pero no era más que el final de lo que había escrito durante tanto tiempo. Suspiró con resignación mientras miraba ambos montones; tras unos segundos, tomó el seXo y se alejó de allí con paso cansado".

Sí, un error como ese puede suceder, sobre todo estando la X muy cerca de la C en el teclado. La cara de mi mamá fue épica cuando leyó eso, y yo no sabía dónde esconderme. No es puritana, pero es claro que la interpretación que se le puede dar cuando uno se topa con un error así es muy diferente a la que se le debe dar en realidad. Y estas cosas pueden jugarnos en contra cuando enviamos un manuscrito, porque le cambian por completo el sentido a un párrafo. Así que atentos a este tipo de errores de tipeo. Este quizás no sea el peor de todos, pero demuestra cómo un error tan mínimo puede cambiar tan dráscticamente un párrafo.

Por otra parte, vamos a asegurarnos también de que las palabras que hayamos usado sean las adecuadas. Si dudamos del significado de una, debemos consultar un diccionario (el de la web de la RAE me parece el mejor porque es el más completo, pero hay quienes no pueden corregir con internet encendida, así que si es su caso, les convendría hacerse con uno bueno, igual que con uno de sinónimos).

Tendremos que tener en cuenta una vez más el tema de las repeticiones. Si usamos mucho una palabra, busquemos la forma de modificar la oración para que podamos decir lo mismo sin repetir. Y si no podemos hacer esto, consultemos qué sinónimos disponibles tiene esa palabra. Esto también es muy importante, porque las repeticiones resultan cansinas a la hora de leer un manuscrito.

Si tienen dudas con respecto a la ortografía y la gramática, dos libros que deben tener a mano son "Nueva Gramática de la Lengua Española" y "Ortografía Básica de la Lengua Española", ambos de Editorial Espasa, y editados por la RAE. Busquen las ediciones más actualizadas, y guíense por lo que dice ahí. Algo que es muy común es que la gente diga que una cosa es de un modo u otro y nos hagan entrar en dudas. Bueno, si les pasa esto, consulten estos libros. Puede que la persona tenga razón o no, pero es mejor despejar la duda antes que cometer el error de confiar a ciegas. Los editores tienen en cuenta estas cosas y, de nuevo, según qué sea puede jugarnos en contra.
Si bien hay otros libros,  yo me guiaría por la RAE y por las ediciones más actualizadas, por más que muchas veces no esté de acuerdo con los cambios que hacen. Después de todo, es la palabra oficial del idioma.

Opiniones:

El siguiente paso dentro de la corrección es buscar opiniones de lectores en quienes confiemos.
Muchos escritores sugieren que esas personas no sean parientes cercanos, especialmente nuestros padres, porque para no herirnos van a evitar decirnos un montón de cosas importantes. Bueno, esto es cierto. Pero fíjense ustedes si les conviene o no. En mi caso, mi mamá es quien lee primero todo lo que escribo y quien lo suele corregir. Y la verdad es que hasta el momento no tuvo piedad. Cuando algo no funciona, o cuando algo está mal, me lo hace saber hasta con sirenas a todo volumen.
Está bien, no tanto. Pero ya me entienden. Si consiguen gente así, bárbaro.


Acá lo más probable es que tengamos que imprimir. Para esto recomiendo una impresora láser, ya que si bien los cartuchos de tonner son mucho más caros que los cartuchos de tinta para impresoras de punto, duran muchísimo más y encima la tinta no se distorsiona si la página se humedece. Pero esto no es indispensable. Una impresora común y corriente sirve perfectamente.

También recomiendo usar acá también el gris oscuro para las letras. Si bien va a tardar un poquito más en imprimir las hojas, vamos a ahorrar bastante tinta.

Otra recomendación es no reducir demasiado el interlineado y el tamaño de las letras, porque sino volveríamos locos a los lectores. Y siempre imprimir en una sola cara de la hoja, para que cualquier sugerencia que quieran hacerla, puedan escribirla atrás.

Asegúrense de pedirles a estos lectores que les anoten lo que creen que está mal y lo que no funciona, y cualquier error que puedan encontrar en las oraciones.

Nueva corrección:

Sí, corregir un libro lleva tiempo, como verán.
Una vez que nuestros lectores nos devolvieron el manuscrito, vamos a fijarnos qué criticas hicieron, y qué errores encontraron. Y acá, de nuevo, es cuando hay que prestar más atención y sobre todo tener la mente fría.

Lo primero: no nos desesperemos si las criticas son duras o no son lo que esperábamos. Pensemos en frío y desde la lógica en lugar de hacerlo desde el enojo.

Es muy probable que las críticas duelan, pero tengan presente SIEMPRE que este es un primer borrador, y para que se convierta en un manuscrito digno de enviar a una editorial, primero debe pasar por el proceso de corrección entero. Como dije más arriba: NADIE escribe un primer borrador digno de publicarse. Lo normal es que sea inmundo (no tanto, pero me entienden). Tampoco un segundo, ni un tercero. El libro va a pasar por varios borradores y correcciones antes de estar listo.

Las críticas debemos tomarlas con pinzas, con sumo cuidado. Todo aquello que sea una crítica constructiva, debemos recibirla con los brazos abiertos. Errores de ortografía, gramática o sintaxis, nunca deben pasarse por alto (a menos, claro, que los hayamos hecho a propósito, pero de ser así no van a marcárnoslos). Tampoco los de tipeo.

Pero aquellas críticas que no sean constructivas... Ignorarlas no es lo conveniente, porque también significan que algo no funciona. No obstante, no hay que tomárselas a pecho.
Las críticas no constructivas son aquellas que son agresivas y no tienen argumentos de los cuales sostenerse. Cuidado con estas. Mucho cuidado. Ninguna historia es "una porquería" porque sí. Si alguien nos dice esto, debemos pasarlo por alto, porque sólo buscan lastimarnos. Para que una crítica nos sirva debe tener un argumento del cual sostenerse.
Hay que tomar sólo aquello que nos sirva.

Otra cosa a tener en cuenta es que, aún dentro de las críticas constructivas, nadie puede decirnos cómo hay que cambiar lo que no funciona.
Por ejemplo, si nuestra historia es romántica y tiene un triángulo amoroso entre A, B y C, y A es más atractivo para el público que B, pero nosotros los autores queremos que C se quede con B al final, el crítico no puede decirnos que lo cambiemos para que se quede con A. Nunca hagan lo que el crítico/lector les dice que hagan en esta cuestión. Sólo el autor debe decidir qué sucede en su historia. En todo caso, lo que haremos si nos pasa esto es analizar por qué al público no le gusta B. No debemos hacerlo queriendo que necesariamente lo amen, pero sí tenemos que hacer que caiga un poco mejor, sin alterar la esencia de A. ¿Entienden?
No hay que forzar a la historia para que tome un rumbo que no sea el que debe tomar. Los lectores siempre tienen opiniones y preferencias, pero el autor tiene la última palabra en esto. Lo que mejor podemos hacer es trabajar en aquellas partes que no funcionan, ya sea reescribiéndolas por completo o cambiándoles sólo lo que no cuadra. Nunca, jamás, escribir lo que otro sugiere que pase, a menos que la idea nos convenza a nosotros mismos.
Esto va a ser algo muy común en esta etapa de la corrección, y por eso me detengo tanto en este punto. Muchas historias pierden su esencia por seguir las sugerencias y pedidos de otros. Siempre digo lo mismo: cada autor debe tomar los consejos que realmente le sirvan, y descartar los que considera que no le sirven. Puede sonar un poco soberbio, pero es mejor que desvirtuar nuestra historia.
Las críticas no son nuestras enemigas, aún siendo negativas, sino nuestras aliadas. Nos van a ayudar mucho a que los editores nos tomen en serio, pero debemos ser muy selectivos con ellas.

Lo segundo: una vez que tomamos las críticas que nos sirven, debemos trabajar en ellas. Una parte fundamental de la escritura es la reescritura. Todo aquello que no funcione, todo aquello que aburra, o que puede estar mejor escrito, debemos reescribirlo tantas veces como sea necesario, hasta que nos convenza a nosotros mismos. En este punto no nos detendremos a corregir, pero sí a releer lo que reescribamos para ver si funciona. No se fijen en errores ortográficos, gramaticales y sintácticos aún. Haremos otra corrección, y en este momento eso es lo de menos. Fijémonos bien en lo que reescribimos. Tiene que ser coherente, y coincidir con todo lo que hayamos escrito en los capítulos anteriores y con lo que sucederá al final.

"Segunda nueva corrección":

Acá vamos a corregir de nuevo el libro, siguiendo los mismos pasos que seguimos en la primera corrección. Revisaremos una vez más que todo esté coherente, que la historia transcurra como queremos y que no haya errores de tipeo, de sintaxis, de ortografía y de gramática. Esto es muy repetitivo, pero es fundamental. Nunca lo pasen por alto en una corrección. Presten especial atención a todo el tema de las puntuaciones, que si bien entra en la gramática, muchos lo pasan por alto. Es muy importante que no subestimen esta cuestión.

Nuevas opiniones:

Ahora imprimiremos de nuevo el libro y se lo daremos de nuevo a los lectores para que nos den una nueva crítica. Una vez que las tengamos, repetiremos los dos pasos anteriores y este mismo tantas veces como sea necesario. Cuanto más pulido esté, mejor será.
Podremos pasar al siguiente punto cuando nuestros lectores estén en su mayoría conformes con lo que leyeron, y sobre todo, cuando nosotros lo estemos y sintamos que el manuscrito está listo para dar por cerrada la corrección.

Corrector ortográfico:

Ahora sí vamos a usar el corrector ortográfico, aunque ya tengamos corregida la historia. Únicamente le prestaremos atención a los errores que impliquen errores en la persona, en el plural o el singular, y a los errores de tipeo y/u ortografía. ¡Pero ojo! Vamos a tener que prestar mucha atención porque este corrector es traicionero. A veces marca determinadas cosas como un error cuando realmente no lo son. De todos modos, lo vamos a usar para asegurarnos de que no quede nada.

Comparación:

El último paso, que es el más sencillo de todos.
Ahora vamos a agarrar el papel en el que al principio anotamos el número de palabras, y vamos a mirar de nuevo la barra de estado del procesador. ¿El número de palabras disminuyó? ¿La cantidad de líneas también? ¿La de párrafos?
Si es así, entonces la corrección valió la pena.
La idea de una corrección es que el libro quede con la cantidad justa de palabras. Ni más ni menos. Pero siempre teniendo en cuenta qué es importante y qué no. Como dije antes, nunca borren por el simple hecho de disminuir palabras. Si una historia tiene 150.000, no la fuercen a que quede en 80.000. Si bien es cierto que las editoriales suelen fijarse en este número, también es cierto que se publican muchos libros que tienen el doble o el triple de palabras. Es importante tener en cuenta este número, pero también que la historia esté narrada como debe ser. Ningún estilo y voz son iguales a los de otro escritor. Esto es algo muy personal, y deben tenerlo en cuenta a la hora de corregir. Si queda en 120.000, y de ahí no pueden bajar porque sino se desvirtúa la esencia de la historia, entonces déjenlo ahí y no le presten más atención.
El objetivo ya está cumplido.

Mis consejos para que corrijan son estos:

  • Borren únicamente lo que sea necesario borrar, y eso es algo que sólo sabe uno. No dejen que otro decida por ustedes, ni que los influencie cada persona que les dé su opinión. Aceptar consejos es importante, pero también lo es no desvirtuar la historia.
  • Sean lo más críticos posibles con el libro, pero no sean pesimistas. Toda corrección es difícil, pero vale la pena.
  • Escriban desde el corazón, no desde lo que creen que va a vender.
  • Trabajen en la corrección el tiempo que sea necesario, no importa si es un mes o un año o dos. Sin importar cuánto tiempo les lleve, corrijan hasta hartarse, hasta que el libro sea tan perfecto como pueda serlo. Pero recuerden que SIEMPRE que corrijamos vamos a encontrar errores; siempre vamos a pensar que puede estar mejor. Por eso, llegados a un punto determinado, debemos aprender a decir basta y ponernos manos a la obra para dar el siguiente paso: el de enviar el manuscrito a las editoriales.

martes, 4 de febrero de 2014

Escritura a mano

Muchas veces, cuando uno planea comenzar a escribir un proyecto, está tentado a hacerlo a mano. Este tipo de escritura tiene un encanto particular porque nos remonta a lo clásico y antiguo, pero hay que tener en cuenta que, si tenemos una fecha límite cercana para terminarlo, quizás no sea la opción más adecuada por ser lenta, a menos que seamos muy ágiles a la hora de escribir. Y, por otra parte, después tendremos que mecanografiar el libro entero.
Pero calma, que aún así podemos optar por esta forma de escritura. Sólo tenemos que tener en cuenta algunas cosas.

Lo principal es que el papel no ofrezca demasiada resistencia. Independientemente del instrumento de escritura que usemos, la superficie sobre la que escribiremos jugará un papel importante para determinar la velocidad que tendremos. Lo mejor es elegir un papel de calidad, si es posible en color mate, ya que de ese modo la vista se nos cansará menos. El papel blanco brillante, ese que usamos para la impresora, nos cansará más rápido los ojos.
Podemos optar por hojas rayadas, cuadriculadas o lisas, las que nos resulten más cómodas.
Lo mismo con el formato en el que escribiremos y el tamaño que usaremos. Puede ser un block, un cuaderno, hojas sueltas o libretas; en caso de optar por las sueltas, tendremos que tener algún lugar donde vayamos poniéndolas para no perderlas.
Puede parecer tonto, pero nos ahorraremos muchos disgustos.

Una vez elegida la superficie, pasaremos al instrumento de escritura. Y acá, junto con el papel, nos encontramos con un punto clave.
¿Nunca les pasó que tuvieron que escribir mucho pero la mano se les acalambraba? ¿Nunca les pasó que después de escasos diez minutos de escritura, sienten la mano entumecida? Eso es porque la tinta que están usando es espesa y ofrece mucha resistencia, y en consecuencia, la mano tiene que hacer más fuerza para deslizar la punta sobre el papel. Si a eso le sumamos que éste es demasiado áspero y rugoso, entonces nos encontramos con una fórmula que nos va a garantizar menos de diez minutos de escritura. Quizás no tan exagerado, pero no podremos escribir durante largos períodos de tiempo, y ese es justamente nuestro objetivo: poder escribir mucho y a una velocidad relativamente rápida.
Para solucionar esto tenemos que cambiar el instrumento de escritura que solemos usar. Pero no por el más económico del mercado, ni el de precio módico, sino por el que mejor se adapte a nosotros. Es una solución cara a corto plazo, pero a largo plazo no nos arrepentiremos de haber invertido en un buen instrumento de escritura.
Las opciones son varias. A continuación voy a mostrarles los que tengo yo, y a contarles en qué casos uso cada uno:

Perdonen la calidad de la foto, pero la cámara no anda muy bien que digamos...

1) Pluma estilográfica Iridium Point (Micro): tiene la ventaja de tener una punta fina que hace que la escritura sea bien legible, pero si no nos gusta el trazo fino, entonces quizás no sea nuestra mejor opción. Con este tipo de punta podemos hacer letra tanto chica como grande sin arriesgarnos a que pierda legibilidad. Se desliza muy rápido porque la tinta es líquida y no ofrece resistencia alguna. La desventaja es que, en principio, puede resultar pesada a la mano y quitarnos cierta velocidad, pero pronto nos adaptaremos a ella.
Posiblemente con su uso desarrollaremos el famoso callo en el dedo en el que la apoyemos. 
Usos: sesiones largas de escritura, con letra chica a grande.

2) Pluma estilográfica común (Parker Vector): esta pluma tiene la punta más ancha, y por lo tanto el trazo será más grueso. El tipo de letra que hagamos con ella tendrá que ser grande para que sea legible en todo momento. Esta pluma tiene la ventaja de ser liviana, y podemos usar cartuchos tanto pequeños como grandes. Se desliza muy rápido, especialmente si usamos los cartuchos Parker (Quinkflow). Puedo asegurarles (y Parker no me paga por esto) que este tipo de tinta es más fluida que las demás. Es un punto a favor a la hora de ganar velocidad.
Con esta pluma también podemos desarrollar un callo. 
Usos: sesiones largas de escritura, siempre que pueda hacer letra grande.

3) Rollerball (Parker Vector): este bolígrafo es una fusión entre la tinta de una pluma y un bolígrafo común. La punta es fina y proporciona un trazo más delicado, pero a la vez, al contener una pelotita diminuta en el interior que permite usar la cantidad justa de tinta, ofrece más resistencia. Los cartuchos son metálicos y no podemos ver el contenido, de modo que nunca sabremos cuánto nos queda, algo que no sucede con las plumas. Por otro lado, estos cartuchos son caros. La ventaja que tiene es que es liviano.
También podemos desarrollar un callo. 
Usos: sesiones cortas de escritura, con letra chica a grande.

4) Rollerball roja (Pilot): este bolígrafo tiene tinta muy líquida y una punta finísima, como una microfibra. El contenido de tinta es muy generoso, y tarda bastante en acabarse. Es liviana y desechable, pero es cara.
No creo que desarrollemos un callo con ella, debido a su ligereza.  
Usos: correcciones; viene en negro, azul, verde y rojo.

5) Ballpoint (Parker): o bolígrafo común. Esta opción es conveniente dependiendo de la marca. Normalmente, los de marcas económicas, si bien no son malos, ofrecen mucha resistencia. Pero si optamos por los Parker, nos encontraremos con la tinta Quinkflow, que tiene la apariencia de una tinta espesa de bolígrafo común, pero con la ventaja de ser súper ligera sin llegar a ser líquida. Los cartuchos son metálicos y no vemos el contenido, pero duran mucho. Lo malo es el precio que suelen tener. Sin duda, este es mi favorito de todos.
El cuerpo no tiene por qué ser metálico. La ventaja es que hay muchos modelos para elegir, y el cartucho siempre será el mismo o muy similar. La punta suele der de 1,0 mm, y el trazo muy prolijo.
Si la usamos mucho, podemos desarrollar un callo porque es un poquito más pesado que los bolígrafos comunes.
Usos: largas sesiones de escritura, sin importar el tamaño de la letra.

6) Bolígrafo común (PaperMate): es el bolígrafo de precio módico que encontramos en todos lados. La desventaja es que la tinta es muy espesa y ofrece resistencia, pero podemos encontrarlos en distintos modelos. Las puntas tienen distintas medidas y tenemos una amplia variedad para elegir la que nos quede más cómoda. Además, las tintas suelen tener más gamas de colores que las opciones anteriores. Son descartables y livianos.
Usos: sesiones generalmente cortas de escritura sin importar el tamaño de la letra, pero depende de la costumbre de cada usuario.

7) Lápiz portaminas o lápiz mecánico (Pilot The Shaker): la ventaja de los lápices portaminas es que no tenemos que detenernos a sacar punta: basta con presionar la parte superior para sacar más mina o, en este caso, sacudirlo un poco hacia abajo. Son muy limpios y vienen con puntas de distintas medidas; el de la foto, de 0,5 mm. La desventaja es que si compramos minas que no tengan la misma medida que la punta de nuestro lápiz, no nos servirán. Siempre hay que tenerla en cuenta cuando vamos a comprar más. Por otro lado, hay que rellenarlo cada vez que se gastan, pero cuentan con la ventaja de poder poner varias minas dentro del "tanque" y acomodarse soloas cuando se acaba la que estaba en uso. Si son buenos suelen ser caros, pero vale la pena tener uno porque duran mucho. La desventaja es que, al ser las minas de grafito, puede borrarse con facilidad lo que escribimos y la resistencia que ofrecen es la de cualquier lápiz.
Usos: esbozos y planos durante la esquematización; correcciones o anotaciones que requieran ser borradas.

Estos son los instrumentos que tengo yo, pero en el mercado hay muchos más. Las plumas, por ejemplo, vienen en distintas clases. Según el modelo, pueden usarse con cartucho o con tintero (en este caso, tienen un mecanismo similar al de las jeringas), pero creo que son más limpias las primeras. De todos modos, cada uno debe elegir lo que le gusta más y lo que le queda más cómodo.
También hay muchas más marcas que estas en el mercado. Vienen de distintos precios, pero les recomiendo que si quieren un buen instrumento de escritura, estén dispuestos a hacer una inversión. Tampoco compren aquellos que tienen ribetes de oro (los hay) si no son lo que buscan. Hay opciones más económicas. Por ejemplo: el Ballpoint que tengo de Parker viene también con el gancho bañado en oro. El modelo que tengo es el común y corriente, y les aseguro que es lo mismo que el de oro. No nos dejemos engañar. Lo importante es que nos quede cómodo a la mano y al deslizarlo sobre la hoja.

Otra cosa que hay que tener en cuenta si decidimos escribir a mano, es el lugar en el que lo haremos. Debe ser una superficie lisa y plana, en la que la muñeca y el antebrazo puedan descansar apoyados mientras uno escribe. Si lo hacemos "en el aire", la muñeca se nos cansará más aunque usemos una pluma. No es recomendable sobre una cama, por ejemplo, o en un vehículo.

También debe tenerse en cuenta la iluminación. No debe ser ni muy fuerte ni muy tenue, porque en el primer caso uno encandila la vista y en el segundo la agota. Debe ser una luz media, natural si es posible.

Si somos zurdos o derechos también importa.
Si bien con los segundos no suele haber muchos problemas, con los primeros tal vez sea conveniente que opten por hojas sueltas en lugar de cuadernillos, ya que el anillado está del lado izquierdo. Sin embargo, una solución para esto podría ser usar el cuaderno al revés, de modo que el anillado quede del lado derecho. 
Puede parecer una tontería, pero los obstáculos son una de las cosas que más cansa la mano. ¿Nunca les pasó, sean zurdos o derechos, que cuando llegan al final de la página la mano les queda en el aire y se les cansa? Suele suceder cuando pasamos las primeras páginas de un cuaderno. En este caso, lo mejor sería apoyar sólo la hoja que estamos usando en la mesa, plegando el cuaderno, pero aún tendríamos cierta incomodidad. Es cuestión de usar la imaginación. Cuantos menos obstáculos tengamos, más tiempo escribiremos.

Por otra paerte, si pasamos mucho tiempo sin escribir a mano en sesiones prolongadas, lo mejor será volver a acostumbrarnos. Empezaremos con una página por día, e iremos aumentando la cantidad a medida que la mano se vaya acostumbrando. Nunca debemos empezar de golpe a escribir muchas páginas si es nuestro caso, porque podremos generar problemas bastante incómodos (tendinitis, por ejemplo). Cuidado con esto.

Si bien son cosas básicas, muchas veces las pasamos por alto cuando decidimos escribir a mano.

lunes, 3 de febrero de 2014

Estilo

Ah, el estilo. ¿Qué puedo decir sobre esto? Hay tantos estilos como escritores y opiniones al respecto
Para empezar, creo que no hay una sola forma correcta de escribir siempre que se respete la ortografía, la gramática y la sintaxis. El estilo del autor no es lo que convierte un libro en basura (aunque siempre digo que ningún libro es basura) o en un futuro clásico, sino la historia que contiene. Pero sigue siendo un punto importante a tener en cuenta si lo que pretendemos es publicar en algún momento de nuestra vida. En cambio, si no es esa nuestra intención, entonces no deberíamos preocuparnos por esto, porque sólo lo leeremos nosotros.
Como dije antes, estilos hay muchísimos, y cada uno es propio de cada autor. No hay uno que sea "correcto". No hay ninguno en el mundo que vaya a convencer a todas las personas que lo lean. Este es un punto importante a tener en cuenta a la hora de escribir: no vamos a gustar a todos los lectores. Y eso está bien. Si a todos nos gustara lo mismo, el mundo sería muy aburrido, ¿no lo creen?
Pero hay aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de pulir nuestro estilo.

Puntuaciones:

Especialmente las comas.
Hay escritores que apelan a excesos de comas en sus escritos. Hay otros que, en cambio, optan por no usarlas. Ambos casos son erróneos.
Cuando leemos para nosotros mismos en silencio, puede que la falta de comas o el exceso nos pasen desapercibidos, o que nos molesten muy poco, sobre todo si leemos muy rápido. Pero cuando hay que leer en voz alta y más pausadamente, es otro tema. Intenten leer estas dos oraciones en voz alta y van a ver lo que les digo:

La casa, que estaba en la colina, tenía, encima del techo, ocho pajaritos que, con el sol de la mañana, trinaban, como pequeños violines que anunciaban el comienzo, del día.

Terrible, ¿no?
El exceso de comas nos hace tomar aire cada dos segundos de forma innecesaria. Miren cómo queda con menos comas:

La casa que estaba en la colina tenía, encima del techo, ocho pajaritos que con el sol de la mañana, trinaban como pequeños violines que anunciaban el comienzo del día.

Sí, 3 comas quizás sigan siendo mucho, pero es mejor que 8 en una sola oración.
Y la falta de ellas es aún peor (voy a extenderla para que lo vean mejor):

 La casa que estaba en la colina tenía encima del techo ocho pajaritos que con el sol de la mañana trinaban como pequeños violines que anunciaban el comienzo del día tal y como todas las mañanas en el valle, inundado por centenares de flores rosadas y rojas que aromatizaban el aire con su embriagador y dulce perfume similar al de las fresias, y sus hojas de un verde brillante que contrastaba con el cielo azul que en ese momento no tenía un sólo rastro de níveas nubes a la vista el artista de la vida pintaba el paisaje con los colores de la perfección más absoluta del universo entero.

(No pregunten de cuál fumé...).
Ah, no sé cómo alguien puede escribir así. Revisé 10 veces la oración para asegurarme de que tuviese un mínimo de coherencia, y todavía tengo mis dudas.
¿Lo ven? La falta de comas es tan terrible como el exceso. Lo mismo pasa con los puntos seguidos y los puntos aparte. El punto seguido nos permite continuar con el tema en el mismo párrafo, mientras que el punto aparte se supone que lo finiquita, o al menos lo "ata" a otro asunto.

No es lo mismo esto:

La casa de la montaña tenía el techo pintado de rojo, y las ventanas estaban rodeadas por un marco de esmeraldas que brillaban con la luz del sol.
La puerta estaba pintada de color dorado.
Y el marco de la misma de plateado, con los colores del edén refulgiendo e invitando a entrar.
Pero allí no había nadie.

(Insisto: no pregunten de cuál fumé...).

Que esto:

La casa de la montaña tenía el techo pintado de rojo, y las ventanas estaban rodeadas por un marco de esmeraldas que brillaban con la luz del sol. La puerta estaba pintada de color dorado, y el marco de la misma de plateado; los colores del edén refulgiendo e invitando a entrar.
pero allí no había nadie.

En fin, entienden lo que quiero decir, ¿no?

Repeticiones:

Siempre vamos a tener repeticiones cuando escribamos. Siempre. No importa cuánta atención prestemos. En algún punto, la escritura va a fluir tan rápido que vamos a dejar de fijarnos en qué palabras usamos y nos vamos a concentrar en los hechos y los personajes. Pero para eso existe la corrección.
Y la corrección es crucial si queremos publicar. Es más: "crucial" es una palabra que le queda corta. Es tan importante como respirar para no morirse. NADIE escribe una obra maestra en el primer borrador. NADIE escribe un perfecto primer borrador. Lo que hace que una obra maestra sea digna de leer es la corrección.
Y es ahí donde no sólo tenemos que fijarnos en la ortografía, la gramática y la sintaxis, sino en las repeticiones. Eliminarlas por completo es fundamental.
Todos tendemos a repetir palabras, frases y expresiones (las mías la mayor parte del tiempo son "en fin", "aunque", "incluso", "pero" y "demonios" (¡amo esta última!)). No se preocupen por eso mientras escriben, sino mientras corrigen. Presten mucha atención a eso.
Les recomiendo tener a mano un diccionario de sinónimos, y ante cualquier duda, siempre consultar el diccionario de la RAE. Si bien hay más y muy buenos, el idioma se rige por esta Academia, y lo mejor es guiarse por ella a pesar de que a veces no estemos de acuerdo con los cambios que hacen (me lo dirán a mí... Todavía no supero la quita del acento en "guión"...). Reemplacen palabras repetidas por otras con un significado similar, o más acertado aún: cambien la oración por una que encaje mejor sin repetir. Eso van a decidirlo según el caso. No siempre se puede optar por esta última opción.

Descripciones:

Todo un tema.
Este es uno de los puntos en los que tenemos que detenernos y pensar fríamente. Por un lado, hay lectores que detestan las descripciones. Y hay otros que las aman a más no poder. Y hay también escritores que las odian, y otros que las amamos. En su justa medida, claro.
¿Nunca les pasó que un libro tiene tanta descripción que optan por saltarse esas partes tediosas, pero después descubren que se saltaron algo importante? ¿Y nunca les pasó que un autor no describe casi nada y uno se pierde o piensa que un personaje tiene pelo negro (por ejemplo) y resulta que es rubio y ese aspecto juega un papel importante en la historia? ¿Nunca les pasó que el escritor no describe y visualizan una escena en una habitación y termina siendo un jardín?
Bueno, en cualquiera de esos casos, el problema son las descripciones. El exceso y la falta de ellas. Al primero le llamo "estilo exagerado", y al segundo "estilo resumido". Ninguno de los dos es el ideal, a mi modo de ver. Mientras que con el primero los lectores se van a aburrir, con el segundo siempre vamos a dejarlos en el aire.
Soy partidaria de que los detalles pueden ser cruciales para la trama, aunque a simple vista parezcan nimios. Pero también soy partidaria de que las descripciones excedentes nos juegan en contra.
Lo mejor, considero, es describir sólo aquello que sea necesario. Siempre. Ni muy poco ni demasiado. Un punto medio, que le sirva al lector para ubicarse en la escena, o darle detalles sobre la personalidad de uno o más personajes. Por ejemplo, aunque parezca incoherente, las descripciones de las casas que tienen o la vestimenta que llevan. Sí, se preguntarán qué tiene que ver, pero son aspectos que pueden terminar siendo importantes. Pero si vamos a describir algo así, tenemos que hacerlo en la justa medida. Aunque sean detalles importantes. Un color puede decir mucho de alguien, incluso la decoración de su casa. Sin embargo, no hay que entrar en detalles exagerados. Lo justo y lo necesario.
Recuerden que el lector siempre quiere saber más, pero debemos darle sólo lo que no lo vaya a aburrir y sea importante. Nuestro objetivo es que si un editor va a evaluar nuestro escrito, no se aburra. Y créanme: los editores son un millón de veces más exigentes que los lectores. Hay que tenerlo siempre presente. Un estilo resumido puede ser rápido de leer y estimular la imaginación del lector, pero puede jugarnos en contra y ser muy pobre. Un estilo exagerado, por su parte, va a ser tedioso y aburrido.

Descansos:

Este también es muy importante.
Hay quienes escriben de corrido, sin más que una escena larguísima, y sin capítulos y/o partes. Hay que tener en cuenta que el lector tiene que vivir su vida en algún momento, y cuando no hay un "descanso" cada cierta cantidad de páginas, se vuelve difícil de cortar la lectura y retomarla.
Lo mejor es, si no queremos dividir por capítulos, es poner "enter" un par de veces para separar en escenas. Esto es importante.
Hace poco estaba leyendo un título que se divide en tres libros ("El Círculo del Lobo" de Antonio Calzado), y en ninguno de ellos hay división de escenas. Son tres escenas muy, muy largas, que son divididas únicamente por la separación de los libros. Era muy difícil cortar la lectura para descansar un rato, y no sólo porque la historia estuviera buenísima.
Hay quienes no son partidarios de dividir en escenas, pero creo que juega un punto a favor optar por ellas. De todos modos, es decisión de cada uno hacerlo o no. Ambas formas son válidas, pero una tiene más ventajas que la otra. Incluso para escribir el libro.

Voz interna:

La voz interna es un elemento muy importante en la escritura: es nuestra escritura en sí. Es esa vocecita que suena en nuestra mente mientras escribimos, la que nos dicta las oraciones (¿ya mencioné que estoy chiflada?). No, no estoy hablando de las voces que escuchan los psicóticos.
Puede ser una voz juvenil que hable en la jerga que utilizamos todos los días, puede ser una voz que suene ancestral con expresiones anticuadas, puede ser una voz poética que nos haga escribir como Shakespeare (no dudo que haya gente que pueda escribir como él, pero en mi caso, digo: sí, claro), o una voz neutra que se adapte a cualquier situación.
Con la voz interna tenemos que tener en cuenta una cosa: tenemos que tener presente qué historia estamos escribiendo antes de hacerla "hablar".
No, por la "voz interna" no me estoy refiriendo a la persona utilicemos para escribir (primera o tercera). Me estoy refiriendo a la forma en que narraremos la historia.
Si estamos escribiendo algo épico y antiguo, no podemos hablar como adolescentes actuales. Y si estamos escribiendo algo moderno de adolescentes, no podemos escribir "os suplicaría, mi Señor, que en vuestra morada me acogierais y mis miedos acallarais, pues allí fuera de vuestro digno castillo de los dioses celestiales, en la oscuridad un demonio espera mi partida para a mi vida poner fin en esta oscura noche de los días de antaño" (?)
De nuevo: no pregunten de cuál fumé...

Si bien hay más aspectos dentro del estilo, considero que estos son los más importantes.
Hay que tener en cuenta que dentro del estilo la corrección juega un papel muy importante. Es, probablemente, el punto más importante . Mientras escribimos lo único relevante es escribir, pues pocos aspectos del estilo hay que tener en cuenta en ese momento. Para todo lo demás, existe la revisión (y Master Card también, supongo).

Esquema versus improvisación

Cuestión controversial si las hay dentro de la escritura...
En esto muchos escritores nos dicen qué debemos hacer. Otros, qué podríamos hacer. Y en este caso, opto por seguir los consejos de los segundos, porque los métodos que suelen tener los escritores no funcionan para todos por igual. Es algo que no me voy a cansar de decir a lo largo de este blog. La diferencia entre debemos y podríamos es muy grande. Cuando usamos la primera damos casi una orden, como si fuese lo único que realmente funciona o nos convierte en escritores serios. La segunda, en cambio, nos da libertad de elección y suele funcionar mejor para la mayoría, porque nos permite optar por lo que mejor se adapta a nosotros.
Ahora, ¿qué hacemos entonces? ¿Esquematizar o no? ¿Cuál es la forma correcta y profesional?
Yo pienso que depende del caso, y de qué esquematización hablamos. No hay sólo una forma correcta o profesional.
Para mí, hay dos formas de esquematizar: mentalmente y en papel/computadora.
En mi caso puedo hacerlo de las dos formas, y también optar por improvisar, así que me da lo mismo cuál elijo. Sin embargo, no es así para todos y hay que tener en cuenta varias cosas antes de decidir qué haremos en este sentido. No son iguales, y ambas tienen pros y contras que debemos tener en cuenta antes de lanzarnos y elegir una.

Esquematizar:

Mentalmente:

Pros:
  • Nos da la ventaja de mantener "en buena forma" la memoria.
  • Ahorramos papel y tiempo no teniendo que escribir el esquema.
  • Nos permite saber en detalle qué sucederá a continuación, impidiendo que nos quedemos sin ideas.
  • En caso de olvidar algo, podemos "improvisar" y encontrar una idea que nos resulte más convincente.
  • Podemos modificar rápidamente el esquema en caso de decidir hacer un cambio, sin necesidad de borrar y reescribir el mismo.
  • La historia será más concisa si no olvidamos nada.
  • Conoceremos mejor a los personajes y a sus personalidades, de modo que nos será más fácil escribirlos y hacerlos actuar.
Contras:
  • Si no tenemos buena memoria, nos arriesgamos a olvidar el esquema.
  • Si ese es nuestro caso, no podemos pasar grandes períodos de tiempo sin pensar en la historia, porque nos arriesgamos a olvidar detalles y escenas.
  • No es conveniente que la historia que memorizamos sea muy extensa, porque corremos el riesgo de olvidar muchas cosas.
  • Nos será más difícil encontrar congruencias si olvidamos algo.
  • Nos será más difícil analizar si las escenas están en donde deben o hay que moverlas y/o eliminarlas.
En sí, la principal desventaja de esta opción es el olvido. Corremos riesgo de olvidar constantemente.

En papel/computadora:

Pros:
  • Todo queda registrado y no corremos el riesgo de olvidarlo.
  • Si es en computadora, podemos modificar rápidamente el esquema en caso de hacer cambios.
  • La historia será más concisa y nos será más fácil encontrar errores de congruencia.
  • Conoceremos mejor a los personajes y a sus personalidades, de modo que nos será más fácil escribirlos y hacerlos actuar. 
  • Podremos pasar largos períodos de tiempo lejos de la historia sin arriesgarnos a olvidar la trama.
  • Puede tener la extensión que deseemos sin arriesgarnos a olvidar la trama.
  • Nos será más fácil analizar si las escenas están en donde deben o hay que moverlas y/o eliminarlas.
Contras:
  • "Perderemos" tiempo escribiendo el esquema.
  • Si lo escribimos en papel, nos será más difícil incluir el cambio en caso de que lo hagamos. Tendremos que adjuntar una hoja con la nueva escena, o varias con el resto de la trama cambiada. Dependiendo de la cantidad de cambios, será más complicado de hacer o no.
  • Corremos el riesgo de perder las hojas/el archivo, por lo que hay que tener una copia a mano.
La principal desventaja de esta opción es el tiempo que demanda esquematizar de forma escrita. Y si perdemos el esquema, tendremos que volver a hacerlo, lo que nos hará perder más tiempo. Sin embargo, si tenemos copias o cuidamos bien el esquema, esto ya no será una desventaja.

La otra opción que tenemos es optar por improvisar mientras escribimos.
Esta opción es un tanto controversial. Hay autores que rechazan rotundamente esta opción, tildándola de poco profesional. Sin embargo, otros la recomiendan porque estimula la imaginación y hace más divertida e impredecible la escritura. Los cuatro primeros libros que escribí fueron improvisando, y puedo confirmar esto último. Improvisar tiene muchas ventajas, pero tengo que advertirles que también muchas contras. Mi consejo es que solamente usen esta opción si creen que pueden hacerlo, y si atraviesan un estado emocional no turbulento (aunque hay quienes escriben mejor cuando pasan por malas épocas...).
Los dos primeros libros que escribí eran... raros, pero ingeniosos. En mi caso me quedaba mucho menos tiempo estancada, y mi imaginación corría como la cinta de una película.
El tercero fue, hasta el momento, el que más disfruté escribir y el que aún me tiene muy entusiasmada (es el que intento publicar).
Cada libro me llevaba un promedio de 3 o 4 meses. En cambio, el cuarto fue distinto.
Cuando empecé a escribirlo atravesaba un cuadro de estrés que iba creciendo cada vez más. Mis ideas eran caóticas, y apenas podía concentrarme en escribir. Casi no sabía a dónde dirigirme dentro de la historia, y los personajes se desvirtuaron mucho por mi estado emocional. Tardé un año en escribirlo, y nunca quise releerlo. Lo deseché directamente, y cuando el estrés pasó, esquematicé en papel una nueva trama para ese libro y empecé a escribirlo, pero no fue garantía de que iba a volver a escribir rápido: tardé 11 meses en terminarlo, cuando debería haber tardado como mucho 5, teniendo en cuenta la velocidad que tuve con los anteriores.

Improvisar:

Pros:
  • Estimula la imaginación.
  • Nos da sorpresas a medida que escribimos.
  • Es más difícil que nos aburramos porque nunca sabemos qué sucederá.
  • No corremos el riesgo de olvidar nada de lo que va a pasar.
  • Es más entretenido y divertido.
Contras:
  • Debemos recordar aquello que escribimos en lugar de lo que deberemos escribir.
  • Corremos el riesgo de quedarnos sin ideas.
  • Si es una saga y atravesamos un período emocional malo, corremos el riesgo de desvirtuar la historia (sólo si no nos sienta bien escribir en un estado así).
  • Corremos el riesgo de que la trama no sea tan concisa y tenga incongruencias.
Entonces, ¿qué conviene hacer?
Lo que se adapte mejor a nosotros y a la historia, pero tenemos que tener en cuenta que ninguna opción que elijamos será garantía de nada. Hay muchos que esquematizan y aún así se estancan, por ejemplo.
Tampoco se dejen guiar por el tema del profesionalismo. Ninguna de las opciones es más profesional que la otra. Todas tienen sus ventajas y desventajas (seguramente muchas más de las que nombro). Pueden optar por esquematizar en escrito o mentalmente, o por improvisar, incluso por mezclar ambas: esquematizar algunas escenas e improvisar otras. Eso depende de cada uno y de la historia que están escribiendo. Cada escritor tiene su método, no hay fórmulas mágicas generales para escribir. Cada uno tiene la suya. Lo que no funciona para uno funciona para el otro, y viceversa.
Elijan la que les guste más, o prueben cada una y decidan cuál les conviene usar.
Lo único que tenemos que tener en cuenta es que después de la escritura viene la revisión. Y todo lo que no funcione allí, siempre puede cambiarse durante esa etapa.