lunes, 3 de febrero de 2014

El bloqueo del escritor

Después de leer las opiniones de muchos escritores acerca de este tema, saqué en conclusión que el famoso bloqueo del escritor tiene más de una variante. Si bien creo que hay más, en esta entrada voy a hablar de dos en particular, ya que son las que experimenté y de las que puedo hablar con conocimiento de causa.

Bloqueo del escritor #1: terminaste un proyecto, pero no se te ocurren ideas para empezar otro. Pasan los días, las semanas, los meses, incluso los años, y no hay ideas nuevas. Sólo páginas en blanco. Por muchos libros que leas, películas o series que mires, paseos que des para encontrar inspiración, simplemente no llega. Este, creo, es el caso más difícil de resolver porque las causas son variadas, y el más frustrante de los dos. Las ganas de escribir están, pero no hay ideas que escribir. Apesta.

Bloqueo del escritor #2: ah, el número 2. Este bloqueo sólo tiene un nombre: procrastinación. Las ganas están, el tiempo está, las ideas están. Pero, por una razón o u otra, a la hora de sentarnos a escribir buscamos miles de excusas para no hacerlo. Que tenemos que ordenar el escritorio, que tenemos que hacer la comida, que tenemos que modificar el formato del archivo porque la letra nos aburrió, igual que el color de fondo de la hoja; que queremos ver cómo quedaría en papel así que adaptamos el tamaño de la hoja y la medida de los márgenes a la de los libros que leemos (medimos incluso las dimensiones de uno que tengamos a mano, por si las dudas). Después fantaseamos con cómo sería la portada, comparamos la cantidad de páginas A5 que tiene el archivo (porque sabemos que ese es el tamaño de hoja promedio de los libros que compramos) y tratamos de sacar en conclusión qué tan grueso será nuestro libro.... Porque, hey, es muy importante hacer esto. Ni siquiera tenemos escrito por completo el libro, y mucho menos corregido, pero tenemos que saber qué formato tendría hasta el momento en papel...  Es crucial saber esto. Y una vez que lo hacemos, nos levantamos, nos estiramos, comprobamos si llueve o no, prendemos la tele y vemos un ratito el noticiero, porque en ese tiempo, seguramente, pasó algo que cambió al mundo para siempre. Comprobamos que no, así que nos vamos a preparar un café o un té, porque sino no podemos escribir...  Volvemos y descubrimos que nuestros vecinos están gritando, así que como no podemos escribir con música, o no nos podemos concentrar, esperamos a que se callen. Más tarde miramos la página en blanco, sabiendo qué es lo que tenemos que escribir, pero fantaseamos con escenas que nunca sucederán. Se nos ocurre algo, o recordamos algo, así que encendemos internet y entramos a Googlea buscarlo, y después de eso vemos la tierna imagen de un conejito, y entonces nos ponemos a buscar las biografías de los conejos más famosos del mundo... Y así seguimos por horas. Después nos damos cuenta de que gastamos 4 horas en perder el tiempo, así que escribimos 10 minutitos, en los que salen sólo 2 oraciones porque no podemos dejar de pensar en los conejitos que vimos. Entonces, sintiéndonos cansados, lo dejamos para mañana porque hoy ya no podemos seguir.
Sí, quizás es una descripción muy extensa, pero la realidad es esa: buscamos cientos de excusas, una atrás de la otra,a más ridícula que la otra, para perder el tiempo en lugar de escribir. ¡Ah, y me olvidaba de una muy importante!: revisar 10 millones de veces nuestras cuentas de Twitter y/o Facebook, porque aunque no tengamos ninguna notificación, hey, puede haber algo interesante en cualquier momento. Nunca lo hay, pero tal vez este es el día en el que nos pase, ¿no creen?

Apesta a la décima potencia, ¿no?
¡Ah, sí! Sé que no soy la única a la que le pasa esto, pero en esos momentos creo que soy la única que se pone a hacer payasadas como esas cuando debería estar escribiendo. Leo las actualizaciones de estado de otros escritores, publicados y no publicados, y pienso que nunca voy a llegar a tener una rutina como ellos o a tener tantas ideas y escribir tantos libros, porque, hey, me dedico más a perder el tiempo que a escribir.

Pues bueno, déjenme decirles algo: lograr nuestra meta depende únicamente de nosotros. Pura y exclusivamente de nosotros. De nadie más. Punto.

Ahora pasemos a cómo revolver estos bloqueos.

El primer bloqueo puede tener muchas causas, que van desde que ya no nos guste escribir, hasta la depresión severa, como en el caso de L. J. Smith, que después de la muerte de dos familiares, no pudo escribir por 10 años. Pero, calma. Ese caso no es el de todos. Creo que en este caso la única solución es primero "hablar" con nosotros mismos y tratar de descubrir qué es lo que nos pasa, por qué no se nos ocurren ideas. ¿En qué pensamos más que nada? ¿Qué problemas tenemos en la vida que nos bloquean la imaginación? ¿Escribir es lo que queremos realmente? ¿Qué había de diferente en nuestra vida cuando escribíamos y teníamos muchísimas ideas?
No digo que un bloqueo como este signifique que no nacimos para ser escritores, sino que hay que replantearnos las cosas y analizarlas. Puede que amemos escribir, pero si hay algo mal con nosotros, difícilmente podremos hacerlo. Por mucho que nos guste, por mucho que lo deseemos. Y es frustrante, muy frustrante. Pero la única solución a esto, es hacer una "retrospectiva" y tratar de encontrar el problema, con o sin ayuda profesional, dependiendo de cada uno. Yo siempre tendí a hacer las cosas por mí misma, pero no todos somos iguales en estas cosas. Este tipo de bloqueo creo que puede ir desde un tema psicológico hasta estar pensando en escribir sobre un género literario equivocado, uno sobre el cual no se nos ocurren más ideas porque ya no es lo nuestro. En ese caso, lo mejor es cambiar de género y tratar de imaginar dentro de otro que nos llame la atención, en lugar de forzarnos en uno que ya no nos llama la atención.
Confieso que nunca me quedé sin ideas, pero durante un año, por una situación de estrés, no pude escribir nada. Y la única solución a esto es descansar, y después replantearnos las cosas antes de volver a empezar. Si no resolvemos nuestros conflictos, difícilmente podremos sentarnos a escribir o hacer que las ideas fluyan.

El segundo bloqueo tiene una sola causa, como dije antes, y es la mera procrastinación (leer aquí). Es cierto que puede ser un síntoma de depresión u otro trastorno psicológico, pero creo que en la mayoría de los casos de este tipo de bloqueo no tienen nada que ver con ellos. Al menos, no en los más graves.
El ser humano suele tender a hacer sólo aquello que le provoca placer a menos que TENGA que hacer algo, que esté obligado a hacerlo. Escribir nos da placer, pero también lo hace ver televisión, comer chocolate, navegar por internet, etc. Y cuando pensamos en escribir como una responsabilidad, como un trabajo en lugar de un hobby, tendemos a reemplazarlo por algo irrelevante que nos dé más placer. Pero, ¿realmente nos lo da? ¿Realmente disfrutamos más navegando por internet, leyendo y viendo cosas que consideramos estúpidas, que escribiendo aquella historia por la que tenemos cariño especial, aquella que nos saca sonrisas y lágrimas? ¿Aquella que nos emociona y entusiasma más que todo lo que hacemos junto?
No, no lo disfrutamos más. Es una falsa sensación de poder.
Acá la razón de que esto suceda depende de cada uno, de cada caso. Puede en realidad haya algo mal con la historia, algo que nosotros no vemos, que tenemos que analizar; puede que nuestro subconsciente nos esté diciendo que algo no es como debería ser dentro de la historia y nos impida avanzar hasta resolverlo. Incluso puede que lo que hayamos escrito no sea realmente lo que queremos escribir. Y en este caso, la única solución es releer todo y tratar de encontrar el error.
Pero si releemos todo y no encontramos error, si entonces no consideramos que sta es la razón por la que no escribimos, ¿qué hacemos?
Primero que nada, establecer una rutina que no nos aburra, y hacernos a la idea de que, al menos en días hábiles, no vamos a salteárnosla por nada del mundo. Llueva o truene, vamos a escribir. Se puede hacer estableciendo un rango horario, o un mínimo de palabras por día. Seguimos por desconectar internet y alejarnos de cualquier otra cosa que pueda distraernos: televisión, música (a menos que sólo podamos escribir con ella), incluso de los libros si es necesario (aunque sólo por un momento; leer es uno de los combustibles de un escritor, el que le permite seguir conectado con las letras y alimentar su imaginación). Nuestra mente tiene que estar fijar solamente en el hecho de escribir, en avanzar con la historia. Hay que mentalizarnos que, durante ese tiempo que nos establecimos, nada nos va a distraer y vamos a alcanzar nuestra meta.
Después vamos a repetir esto durante los siguientes días, hasta que hayamos establecido la rutina y nuestra mente se haya acostumbrado a escribir diariamente sin importar más nada.
Hace un tiempo, leí un artículo (aquí) que dice que para establecer un hábito se necesitan 21 días, y para romperlo otros 21. Quizás sea conveniente que lo lean. Y de paso, dar algunas vueltas por la página, porque está dedicada a la tarea de escribir un libro y tiene muchos artículos interesantes.
Sí, yo sé. La palabra "rutina" ya de por sí suena aburrida, cansadora y deprimente. Pero una rutina no tiene por qué ser siempre "igual". Mientras respetemos las metas que nos ponemos, una rutina puede ser entretenida. Por ejemplo: nos proponemos escribir todos los días 2000 palabras. El primer día lo hacemos sin música, pero al otro día nos permitimos escuchar nuestro álbum favorito mientras escribimos. Al otro, comer una barra de chocolate o tomar algo que no tomemos siempre (chocolate, por ejemplo; sí, soy adicta al chocolate, lo admito). Al otro, no sé... cambiar de ambiente. En lugar de escribir en una habitación, escribimos en el jardín o en el patio, o en la cocina, o, por qué no, nos vamos a un café (aunque personalmente no sacaría mi computadora de la casa, pero siempre existe el papel, ¿no?, otra cosa que podemos hacer). Es cuestión de ir variando la rutina para que no nos aburra.
Algo que también es útil es tomarnos unos días para "analizar" el ambiente en el que trabajamos y buscar los aspectos del mismo que nos beneficien para escribir. Por ejemplo, a mí durante el día me es muy difícil escribir por los ruidos de mis vecinos (aunque ahora lo estoy haciendo, ¿no?). Preguntarnos en qué horario de la jornada nos concentramos más, en qué momento tenemos menos cosas que hacer y, por ende, menos probabilidades de distraernos.
En mi caso, elegí escribir durante la noche por varias razones: está todo en silencio, en casa todos duermen así que no puedo ponerme a hacer otras cosas porque sino los despierto, la televisión es lo más monótono que puede haber, en las redes sociales casi no hay gente, y las páginas de los diarios no actualizan con noticias muy interesantes que digamos. Por poner algunos ejemplos. La noche suele ser un momento ideal para escribir, pero no todos pueden quedarse despiertos hasta muy tarde. Por eso sugiero que, si es tu caso, busques un momento del día en el que puedas escribir sin tantas distracciones. Siempre hay uno. Nunca escribas cuando más probabilidades de distraerte tengas, hasta que te hayas acostumbrado a la rutina.

Pero sobre todo, hay que aprender a ignorar lo que sucede alrededor (a menos que sea una emergencia, claro) y a centrarnos en la página que estamos escribiendo. Es lo único que nos va a llevar a terminar de escribir un libro.

Otra cosa que es muy común en este bloqueo es que una historia al principio nos parece súper interesante, y el entusiasmo que tenemos, o la inspiración, es enorme. Pero a medida que vamos avanzando, va flaqueando hasta el punto del hartazgo. Ahí es cuando surge una idea nueva, que resulta mil veces más interesante. Pero aún queremos esa historia que estamos escribiendo, y la idea de abandonarla es impensable. ¿Entonces qué hacemos? Simple: seguimos escribiendo, hasta que, eventualmente, encontremos la inspiración de nuevo. Porque la inspiración no es algo que esté presente siempre. Y tenemos que aprender a trabajar sin ella. Seguir escribiendo, y escribiendo, y escribiendo, y escribiendo... hasta que cuando nos queremos dar cuenta, terminamos el libro.
Empezar a escribir una historia es fácil, pero terminarla es lo difícil. Todos los escritores pueden pasar por eso, sin excepción. Publicados o no, a todos les puede pasar. No hay excepción a la regla. Incluso a quien nunca le sucedió puede sucederle en algún momento.

Otro error muy común que lleva a este bloqueo es escribir algo pensando únicamente en publicarlo.
La historia nos encanta, queremos escribir, pero aún no terminamos de hacerlo y ya estamos pensando a qué editoriales lo enviaremos, a qué agentes contactaremos, en cómo se vería publicado... Y volvemos a la procrastinación. Antes de publicar, tenemos que terminar el libro. Nada más importa hasta entonces. Sólo escribir. La diferencia entre un autor publicado y uno no publicado es que el primero se concentró en lo que tenía que hacer en lugar de perder el tiempo fantaseando con el futuro. Sí, pensar en lo que haremos después de terminar de escribir el libro es importante. Pero de ninguna manera debe consumir todo nuestro tiempo, ni hacer que nos centremos en ello en lugar del libro.

Las distracciones siempre van a estar presentes, pero depende de nosotros que nos afecten o no. Cuando empecé a escribir esta entrada, mis vecinos estaban gritando, la tele estaba prendida, internet se veía demasiado tentadora, y tenía la intención de ir a lavar la taza de café que estaba tomando porque ya se había enfriado y, convengamos, el café frío no es muy rico que digamos. Pero en lugar de prestar atención esas distracciones, ignoré a mis vecinos, apagué la televisión, cerré la pestaña de Facebook y dejé el café en donde estaba, y me concentré en escribir esto. Después de los primeros párrafos, mi mente sólo estaba fija en la entrada. Ahora concentrarme no me parece tan difícil. Pero mañana va a volver a serlo, y voy a tener que hacer todo esto de nuevo. Es cuestión de ignorar y centrarse en lo importante, de mentalizarnos en lo que debemos hacer, en lugar de lo que podríamos hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios aparecerán una vez que sean aprobados. Esto no es por censura, sino para que, en caso de que alguien pregunte algo en los comentarios, no queden sin ser respondidos. De este modo me aseguro de que ninguno quede perdido.
¡Gracias por leer y comentar! ^^