jueves, 25 de septiembre de 2014

¿Bloqueo o miedo?

Cuando empecé a escribir historias no creía en los bloqueos. Para mí, escribir era algo tan natural como respirar; tan sencillo como inhalar y exhalar. No creía que alguien que consideraba la escritura como una extensión de su propio cuerpo pudiera, alguna vez, sentirla distante o imposible. Tampoco creía poder sentir algún miedo con respecto a ella, porque confiaba en mí, en que podía escribir lo que veía en mi mente.
Al escribir, todos tenemos miedo en algún momento. Miedo de que la historia no sea lo suficientemente buena, miedo de que los lectores no se enganchen con ella, miedo de que tal o cual situación resulte ridícula, en fin... Los miedos pueden ser infinitos en cuanto a lo que la historia se refiere. El problema conmigo era que no tenía ninguno. Confiaba en la historia tanto como confío en que cada mañana el sol va a salir por el este; confiaba en que, aunque hubiese nubes en el cielo, el sol iba a seguir estando allí, tras ellas, manteniendo con vida un día que tenía sus horas contadas. Y aunque llegara la noche, sabía que era cuestión de horas para que el sol volviera a aparecer. Eso era lo que creía: si había algo mal con la historia, por muy oscuro que estuviese, o por muchas nubes que taparan el sol, éste iba a volver a aparecer y me haría ver las cosas con claridad. Nada que estuviese mal con la historia podía ser eterno. 
Todavía lo creo.
Pero hay veces que las nubes se transforman en tormentas. Y hay tormentas que se transforman en huracanes.
Podría decir que el último año ha sido un huracán para mi escritura.
Lo que una vez fue un día soleado para mí, se convirtió en una tormenta tropical que puso mi mundo patas para arriba. Lo convirtió en algo a lo que me cuesta adaptarme, incluso superarlo. Ahora, cada vez que escribo tengo dudas abismales, pero no de aquellas que se pueden solucionar cambiando una escena. Cuando escribo, ahora me hago las mismas preguntas, una y otra vez: ¿y si esta frase es demasiado sencilla?; ¿y si es demasiado complicada?; ¿y si es demasiado mundana?; ¿y si no está a la altura de lo que el arte literario se supone que es?; ¿y si me dicen que mi estilo es demasiado simple?; ¿y si me dicen que es demasiado complejo?... Y así, podría seguir con miles de "¿y sí...?". Después de todo, ¿no es nuestro sueño que nos publiquen un libro? Para lograr eso, tenemos que ser realmente buenos, ¿no?
Es ahí, en esa pregunta, cuando mi cabeza hizo un clic hace un mes: ¿es necesario ser bueno para que te publiquen?
¿Qué es ser bueno en la literatura?
Cada lector tiene un estilo de escritura preferido, el cual varía de persona a persona. Lo que para mí es genial, quizás para otro es un jeroglífico que no puede descifrar y que lo aburre a más no poder. Y lo que para mí es demasiado simple, tal vez sea poesía para el que tengo al lado. ¿Cuántas veces nos ha pasado que leemos un libro que es aclamado internacionalmente, que es un súper best-seller, y a nosotros no nos parece gran cosa o no nos gusta? ¿Y cuántas veces nos pasó el caso contrario, que leemos un libro al que nadie le presta atención, o a nadie le gusta, y se convierte en uno de nuestros libros favoritos?
Esto pasa porque cada cabeza es un mundo; cada mente interpreta las cosas de distinta forma; cada persona tiene gustos diferentes a los del otro. Y es por eso que después de darle muchas vueltas al asunto, llegué a una conclusión a la que me hubiese gustado llegar hace tres años: no hay estilos de escritura buenos o malos. Hay distintas formas de ver el mundo de las letras y distintas formas de interpretarlo, pero de ningún modo podemos calificar de malo o bueno lo que plasma en palabras un escritor. De nuestro gusto o no, sí.
Entonces, repito, ¿qué es ser bueno en la escritura?
Para mí hay un solo requisito, y es seguir las reglas del idioma. Todo lo demás no importa, porque la escritura no tiene reglas, más allá de las lingüísticas, por mucho que algunos se empeñen en decir lo contrario. Hay quienes tienen estilos simples, y hay quienes tienen estilos complejos, y también los hay de estilos que oscilan entremedio de ambos. Hay escritores que describen, hay otros que dejan las cosas a la imaginación del lector. Hay escritores que aman escribir libros largos, así como hay otros que prefieren los cortos. Hay escritores que odian el género terrorífico, y hay otros que odian el fantástico. Por poner algunos ejemplos, pero esto pueden aplicarlo a cada aspecto que se les ocurra.
¿Qué está mal de todo esto que mencioné?
Nada. Porque visiones del mundo hay tantas como personas que lo habitan. Si no se está dañando a nadie, ¿entonces por qué tener miedo de lo que uno hace? ¿Por qué sentir tantas dudas en lugar de aceptarnos tal y como somos, con nuestras habilidades y limitaciones, con nuestras virtudes y defectos? Nadie puede escribir un libro que guste a todo el mundo. Si ni siquiera la Biblia es capaz de eso, ¿por qué buscamos gustar a todos si sabemos que nunca vamos a poder hacerlo? ¿Por qué sentimos esa necesidad de ser buenos, de no tener defectos en la escritura, de saber que somos escritores nóveles pero aun así tratar de parecer mucho más expertos de lo que es necesario para nuestro estatus?
A mi modo de ver, es porque así es como te plantean el mundo literario. Te dicen que hay que ser bueno para entrar en él, pero nunca te dicen qué es ser bueno exactamente. Un día uno piensa que lo que escribió no es publicable, pero al otro día sale un libro a la venta con errores garrafales de ortografía, o de gramática o de sintaxis. Uno cree que lo que escribe no es original, pero al mes siguiente sale a la venta un libro que parece una copia de otros tantos, y sin embargo tiene éxito. Ahora es cuando me dirán "sí, pero si miras las opiniones de los críticos, te vas a dar cuenta de que no es bueno". La opinión de los críticos me importa muy poco. Hay películas que son alabadas, que ganan un Oscar, y cuando las vemos pensamos que no es para tanto, que es otra película del montón. Hay autores que ganan un premio Nobel, y quizás nunca oímos hablar de ellos, o sus libros no nos parecieron la gran cosa. Hay comidas cuyo precio es casi astronómico por lo lujosas que son, y cuando uno lo analiza termina pensando "¿qué tiene esto de lujoso? Son las huevas de un pescado", como es el caso del caviar. Y a pesar de eso, hay gente que dice que no hay mayor manjar, cuando otros se conforman con menos, tal vez con un guiso o una simple manzana.
Todo es relativo, y eso hay que tenerlo en cuenta para no caer en un bloqueo que nos impida escribir. Por desgracia, me di cuenta de esto después de estar bloqueada durante un año, tal vez más. Me dejé llevar por opiniones que, aunque eran tan válidas como las de cualquiera, no debería haber tenido tan en cuenta. Más adelante les voy a contar por qué me pasó esto exactamente, para que si les llega a pasar en algún momento, estén advertidos y puedan correr antes de que los atrape en una vorágine que les dé vuelta su confianza en su escritura. Esto que me pasó, y que seguro les pasa a otras personas también, no es un simple bloqueo de escritor. Es un bloqueo producido por el miedo; por el miedo a no ser bueno, por el miedo a no gustar, por el miedo que produce creer que no vemos las cosas tal y como son, y que por eso estemos haciendo las cosas mal. Es un miedo a no estar a la altura, a fracasar, a creer que estamos perdiendo el tiempo.
No es un simple bloqueo ni un simple miedo. Es ambos. Y eso es peor que sufrir un bloqueo de escritor común.
Si les está pasando esto, e incluso si no les está pasando, mi consejo es este, más allá de que cada cabeza sea un mundo: si les gusta escribir, escriban. Escriban sin importar qué es lo que opina el otro. Escriban sin pensar en si es original o no. Escriban sin pensar en los clásicos de la literatura, sin pensar en que no van a ser tan buenos como ellos. Escriban sin pensar en reglas, porque la escritura no tiene reglas más allá de las lingüísticas. Escriban sin miedo al fracaso, porque sólo fracasa el que no hace nada. Escriban, y escriban, y sigan escribiendo mientras el mundo gira a su alrededor. Pero no le presten atención hasta que sientan que lo que escribieron es lo que quieren que sea, hasta que sientan que así es como quieren contar la historia. Si está bien o mal, va a ser relativo. Tal vez le den el manuscrito a alguien que termine por odiarlo, y luego caiga en manos de alguien que lo ame. No digo que no lo corrijan o traten de mejorarlo, sino todo lo contrario: siempre hay algo que se puede mejorar, sin llegar a la obsesión.
Pero manténganse fieles a ustedes mismos, porque no hay nada que traiga más probabilidades de sufrir un bloqueo por miedo que intentar escribir como alguien más, como alguien que no somos. Puede haber muchas opiniones, pero sólo nosotros podemos sentir si lo que estamos haciendo está bien o mal.

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